Serie de artículos sobre los signos del Zodiaco enfocándolos como facetas del psiquismo humano y caminos evolutivos que todos recorremos.

Qué simbolizan energéticamente y psicológicamente:

El Zodiaco refleja la evolución anual de la energía y la transformación de la naturaleza a lo largo del año solar. Dentro de este ciclo, la primavera es la época que pone especial énfasis en la sexualidad reproductiva.

Ya vimos con Aries, signo yang, cuyo simbolismo está vinculado al deseo, la hinchazón de los vegetales por la subida de la savia, que es análoga a la hinchazón de los genitales con la excitación. Luego vimos en Tauro, un signo yin, la apertura, la receptividad sensorial que produce placer, y que produce también la fecundidad, la capacidad de recibir. Y ahora, con Géminis, cerramos el período primaveral ligado a la sexualidad con el intercambio de información.

A primera vista, Géminis no tiene mucho que ver con lo sexual pues es un signo mental, ligado al pensamiento y la abstracción. Pero, ¿qué se produce en la reproducción sexual? Se da un intercambio de información genética; ya sea en la reproducción de un vegetal, de un animal o de un ser humano, dos genomas intercambian sus informaciones y crean un tercer ser.

De hecho, el número 3 es el lugar de Géminis en la secuencia zodiacal; es el tercer signo del Zodiaco, simbolizando la creación del uno diferente a partir de dos que se unen. Ese tercero es parecido a los dos que lo han creado, pero a la vez diferente de ambos. Dentro de cada especie se mantiene una cierta homogeneidad, coherencia que hace que un mirlo sea un mirlo y no sea un abeto, y un abeto no sea un gusano, pero cada gusano y cada abeto y cada mirlo tiene un genoma un poquito diferente del de sus padres, como nosotros también. Así, la diversidad, esa biodiversidad que caracteriza la vida en la Tierra, es debida al intercambio de información que se da a través de la reproducción.

Si llevamos esta observación al nivel mental humano, que es el ámbito privilegiado del Aire, el elemento al cual pertenece el signo de Géminis, tenemos la comunicación verbal, que nos permite intercambiar información entre mentes. El intercambio de ideas entre dos o más personas es un proceso creativo que puede dar luz a ideas nuevas, a las cuales uno solo no hubiera podido llegar.

La comunicación verbal también se caracteriza por esta ambivalencia reflejada en el símbolo de Géminis: lo mismo pero diferente, como los gemelos.

En efecto, para poder comunicarnos, necesitamos un lenguaje común. Cuanto más lenguaje común tenga con alguien, (idioma común, códigos socio-culturales comunes, información personal porque nos conocemos…), más fluida va a ser la comunicación; y al revés, cuanto menos lenguaje tengamos en común, más escasa, limitada y laboriosa va a ser la comunicación. Sin embargo, incluso entre dos personas que se conozcan mucho, que tengan, digamos, una gran similaridad mental y un código común muy asentado, siempre quedará una irreductible diferencia en la manera en que cada uno connota las palabras según las situaciones. Ahí está la complejidad y la sutileza de la comunicación, de esta compleja y potentísima herramienta que es el lenguaje verbal y la comunicación verbal.

Camino evolutivo

La sutileza y complejidad de la comunicación tienen que ver con el elemento Aire al cual pertenece Géminis; el Aire es sutil, ligero, es inasible y es versátil.

El aprendizaje geminiano que todos hacemos es aprender a comunicarnos; elegir propiamente las palabras que nos permitirán expresar lo que sentimos o pensamos, que esto sea entendido por otra persona, es decir, adaptarlas también al interlocutor, prever las posibles interpretaciones, estar atentos a las interpretaciones que nosotros hacemos también de lo que los demás nos dicen.

O sea, ahí hay un trabajo de atención, de ajuste permanente, que requiere una inteligencia vincular. Una persona que no tenga esta habilidad de utilizar con conciencia la comunicación irá «monologando» por la vida, no dialogando; porque no sabe escuchar, ni darse a entender, pues presupone que los demás ya le entendieron sin haberse esforzado para que esto efectivamente sea el caso. Darse a entender y entender a los demás en la comunicación requiere un esfuerzo, una atención, una averiguación constante, una escucha. De hecho, la escucha es una cualidad del Aire en general.

Ahora, la función de la palabra no sólo es comunicativa. La palabra es lo que nos permite pensar y lo que da existencia a los conceptos. No podemos nombrar algo de lo cual no seamos consciente, y recíprocamente, nombrar algo nos puede hacer consciente de algo que estaba preconsciente, subconsciente. O sea que el uso del lenguaje refleja la conciencia que tenemos de las cosas, tanto individualmente como colectivamente. De hecho, hay conceptos que hoy en día usamos que hace décadas o siglos no existían, porque no había tal conciencia de estas realidades, que evidentemente sí estaban, pero no había esta mirada sobre ellas. A nivel individual, podemos observar que, a medida que maduramos y que nuestra conciencia se desarrolla, podemos nombrar cosas que antes no podíamos nombrar. O también que nombramos las mismas cosas, pero detrás de ese nombrar ya hay otra riqueza, hay otra conciencia. En esto vemos cómo Mercurio contribuye al desarrollo de la conciencia; llevando los contenidos pre- o subconscientes a la conciencia mediante el lenguaje.

Todos los planetas contribuyen al desarrollo de la conciencia. De hecho, si concebimos una carta natal como el mapa de una conciencia, los planetas simbolizan aquellas funciones psíquicas que, cada una con su especialidad, contribuyen a que esta conciencia crezca, se desarrolle. Así, la función de Mercurio en este desarrollo de nuestra conciencia es, en primer lugar, conectar nuestras mentes, conectar nuestras conciencias a través de nuestras mentes, y hacer de esta manera que nuestras conciencias se desarrollen, porque ninguna conciencia se puede desarrollar aisladamente; nos desarrollamos los unos con los otros y gracias a los otros, a través del intercambio que Mercurio potencia y fomenta. Y en segundo lugar, mediante el proceso de llevar los contenidos inconscientes a la conciencia.

Ahí yo visualizo a Mercurio como un pescador que, con una red, trae esos contenidos que están ahí en la orilla de lo inconsciente; esa orilla que es fluctuante, no es una orilla recta, lineal y clara entre consciente e inconsciente; tiene mucho flujo y reflujo. Y Mercurio pesca estos contenidos que están a punto de salir y los trae a la orilla.

Hermés en la mitología griega; Mercurio en la mitología latina, es el mensajero de los dioses. Es un dios alado, tiene alas en los tobillos y en el casco, y esto simboliza la capacidad de movimiento, la versatilidad y la agilidad de Mercurio, pero sobre todo es mensajero. ¿Y los mensajes, a quién y de quién los trae? Entre los distintos niveles, justamente. Entre los dioses del Olimpo, los hombres y el inframundo; o sea, entre los distintos niveles de la conciencia. De hecho, Mercurio es el único que puede bajar al inframundo y volver de ahí. Desde lo más inconsciente simbolizado por el reino de Hadès, el reino de lo amorfo, hasta lo más consciente que sería el Olimpo, la claridad, la luz, hay distintos niveles, Mercurio es el que hace de mensajero conectando los distintos niveles; el que permite que los contenidos puedan pasar de un nivel a otro; llevando lo que aún no tiene forma a la forma, visible.

De esta manera, el lenguaje, al verbalizar sensaciones que aún eran preconscientes, subconscientes, las hace existir, y asimismo las valida, las legitimiza. Este es un proceso muy importante en nuestro crecimiento psíquico y en el desarrollo de nuestra conciencia. A medida que nuestras sensaciones son verbalizadas, a veces por nosotros mismos, pero muchas veces ayudados por otras personas, experimentamos una gran liberación, pues esto las valida y las legitimiza. Cuando no conseguimos verbalizar las sensaciones, las emociones, o cuando nos negamos a hacerlo, las reprimimos. O sea que hacemos como si no estuvieran, como si no existieran. Y cuando hacemos esto, las sensaciones y emociones que están en el preconsciente, actúan desde ahí, actúan desde la sombra. De ahí la necesidad de verbalizar los contenidos inconscientes cuando ya están maduros para hacerlo. Porque esto les da una forma, una existencia, dentro de la conciencia, a partir de la cual podremos ir modificando nuestra percepción de ellos e ir integrándolos. Mientras un contenido, una sensación, una emoción se queda en el nivel subconsciente, no puede ser integrada a la conciencia y a la personalidad.

De forma que Mercurio es la función de comunicación. Tanto la comunicación horizontal entre nosotros y nuestros semejantes, como la comunicación vertical entre los distintos niveles de conciencia. Y estas dos comunicaciones colaboran, se entretejen, ¿cómo? Justamente es gracias a la comunicación que yo tengo con otras personas que verbalizo y que puedo hacer emerger contenidos inconscientes a la conciencia para luego irlos integrando. Entonces Mercurio hace de puente entre las conciencias, nuestras conciencias que no se desarrollan aisladamente, sino tejiendo una conciencia global. Mi conciencia no puede desarrollarse fuera de esta conciencia global, de hecho se nutre de los conceptos y de las palabras que circulan entre todos nosotros.

Entonces, hablando de este entretejer que hace Mercurio entre nosotros gracias a la comunicación verbal, quiero llegar a un segundo y muy relevante aprendizaje geminiano, que es la capacidad de relativizar. ¿Cómo me ayudan los demás a crecer en conciencia? ¿Y cómo los ayudo yo a ellos? Mediante la relativización.

¿Qué significa relativizar? Mirar algo desde varios puntos de vista. Todos tenemos una subjetividad muy potente. ¿Qué es la subjetividad? Es ver las cosas desde cierto punto de vista propio, y ese punto de vista no es aleatorio; está producido por mi ego. ¿Qué es mi ego? Mi ego es mi autoimagen en un momento dado de mi vida. Esto que yo creo ser en un momento dado de mi vida, esta autoimagen que tengo, que puedo llamar también «ego», me induce a mirar a los demás, a mirarme a mí misma, y a mirar las situaciones desde cierto punto de vista. Evidentemente será el punto de vista que más confirme esta autoimagen, que más la valide, que más la confirme, que más me dé la razón, vamos, para decirlo simplemente. Entonces, desarrollar la capacidad de relativizar, ¿qué significa? Pues poder dejar entrar a mi conciencia otros puntos de vista que no sean aquel subjetivo que a mí me nace siempre, que es el que más me confirma, que más me da la razón, pero que realmente no me permite entender realmente qué pasa, y quién soy, y qué pasa con el otro, y qué le pasa al otro, etc.

Entonces, el trabajo geminiano es un trabajo de flexibilización. Pero no es tanto una flexibilización mental, pues la mente es flexible por naturaleza, sino una flexibilización del ego. Es un trabajo sobre el ego, de flexibilización, de apertura, para dejar entrar otros puntos de vista, e incluso no solamente dejar entrar los que me traen los demás, sino poder yo misma generar más puntos de vista sobre una misma situación, sobre una persona o sobre mí misma. Es decir, poder generar un pensamiento mucho más complejo, una mirada mucho más compleja.

Símbolo

Géminis, el signo de la mente y la comunicación, está simbolizado por los gemelos. ¿Qué son los gemelos? Lo que es a la vez igual y diferente. Los gemelos tienen un mismo genoma, sin embargo, como personas van desarrollando, van expresando, diferencias.

En primer lugar, esto simboliza la manera en que funciona la mente; esto es, asociando y diferenciando; vinculando y desvinculando conceptos y palabras.

En segundo lugar, este símbolo nos habla de la irreductible diferencia que subsiste en la comunicación, aún cuando creemos hablar el mismo idioma y entendernos a la perfección.

Finalmente, simboliza la dualidad y la unión presente en la misma.

Datos técnicos

Para observar en una carta natal la fuerza relativa de la energía geminiana y de Mercurio, tendremos en cuenta los siguientes elementos: Sol, Luna o Ascendente en Géminis; Sol o Luna en casa III; Mercurio en casa I, casa X o casa XII; varios planetas en Géminis; aspecto de conjunción, oposición o cuadratura entre el Sol o la Luna y Mercurio.

Serie de artículos sobre los signos del Zodiaco enfocándolos como facetas del psiquismo humano y caminos evolutivos que todos recorremos.

Qué simbolizan energéticamente y psicológicamente:

Después del resurgir de la vida en Aries, Tauro es el pleno florecimiento de la primavera.

El cuerpo de un toro es un cuerpo macizo, corpulento, con un cuello muy gordo, con mucho peso, mucha carne. Cuando vemos algunas imágenes de corrida, podemos observar que el toro se lo piensa mucho antes de echar a correr, porque la embestida de un Toro es un desgaste energético brutal. O sea, que no echa a correr a la primera. En cambio, el carnero, que es el animal que simboliza a Aries, es un animal mucho más pequeño, mucho más ágil y mucho más impetuoso, que sí echa a correr con facilidad y embiste con mucha más impetuosidad. En esta comparación vemos como Aries, que es el signo de la potencia total, despilfarra la energía, cuando al contrario Tauro la ahorra. Entonces, estos dos animales que simbolizan las dos fases iniciales del ciclo vital que simboliza el Zodíaco, fueron elegidos por los que inventaron este sistema simbólico, (algún pueblo mesopotámico, hace unos cuatro mil años), para simbolizar la celebración del renacimiento que es la primavera; primero con una fase yang, Aries, que es una celebración explosiva, fogosa, impetuosa, enérgica y luego una fase yin, Tauro, que es una celebración mucho más encarnada y que se traduce a través de la floración, a través de la abundancia de formas, colores, sonidos, texturas, olores y a través de la reproducción.

El Zodíaco, este sistema simbólico que nos habla del ciclo de la vida, comienza con un signo regido por Marte (Aries), que viene seguido por un signo regido por Venus (Tauro). Marte y Venus son las dos funciones planetarias, es decir, las dos instancias psíquicas, que simbolizan lo masculino y lo femenino. Además, Aries y Tauro forman eje con dos otros signos, que son Libra y Escorpio, que a su vez son regidos por esos mismos planetas. Es decir, que empezamos el Zodíaco con un eje Marte-Venus, que es Aries-Libra, y luego la recíproca con el eje Tauro-Escorpio, eje Venus-Aries. Creo que aquí lo que simboliza el Zodíaco es el hecho fundador de que lo que sustenta la vida es la danza, el diálogo, del masculino con el femenino, la complementariedad del femenino y el masculino; algo muy evidente en los seres vivos, pues la vida biológica no existe sin esta polaridad masculino-femenino que permite la reproducción, pero incluso más allá de los seres vivos, la danza del positivo y el negativo del electromagnetismo, que es una ley de la física, también es lo que sostiene nuestra realidad física.

La diferencia entre estos dos ejes Marte-Venus es la cruz a la que pertenecen. Entre Aries y Tauro pasamos de Cardinal a Fijo, y esto se traduce en que la energía se encarna más. Lo mismo pasa entre un eje y el siguiente: este diálogo, esta danza, entre masculino y femenino que se da en ambos ejes, en el eje Cardinal que es Aries-Libra, es un juego, es una danza, es una seducción, es una atracción. Ahora, en el eje Fijo Tauro-Escorpio esto se densifica, esto se profundiza, se encarna más y llega a la sexualidad, que es un intercambio energético alquímico, que nos transforma a través de la intimidad.

Entonces, lo que nos dicen estos dos primeros ejes del Zodíaco es, en primer lugar, que toda la realidad es polar, todo en la realidad tiene un polo complementario, y en segundo lugar, que esta polaridad tiene un sentido, una utilidad, que es la de permitir la evolución de las formas de la conciencia, porque el vínculo, el diálogo que se da entre ambos polos provoca una modificación recíproca. En efecto, son los vínculos los que nos permiten crecer, porque nos modificamos recíprocamente.

Centrándonos ahora en el signo de Tauro, el concepto clave aquí es el concepto de necesidad. Tauro es el primer signo de Tierra, así que aquí estamos súper conectados con nuestra realidad material, y nuestra realidad material es, en primera instancia, nuestro cuerpo. Y nuestro cuerpo tiene necesidades, necesidades vitales primarias que tenemos que atender y satisfacer. La satisfacción de nuestras necesidades nos da placer, y la no satisfacción de las mismas nos produce sufrimiento. De ahí el conocido materialismo taurino; es decir, que las personas que tienen mucha energía de Tauro en su estructura están muy conectadas con esta sensación de que hay que atender necesidades primarias, y esto nos conecta con los valores de la comodidad, del placer, de otorgarle mucha importancia a la comodidad y al placer. ¿Y qué es lo que nos da comodidad y placer? Pues, sobre todo, elementos concretos, materiales, que dan comodidad y placer a nuestro cuerpo.

Camino evolutivo

Estos últimos conceptos nos llevan a hablar del aprendizaje de Tauro, pues la inercia de este signo está justamente en este gran apego a lo material y a la satisfacción de las propias necesidades. Entonces, ¿cómo evoluciona Tauro? Pues como cualquier otro signo: integrando su otro polo, es decir, el signo opuesto, que en este caso es Escorpio.

En resumidas palabras, Escorpio simboliza la muerte y la pérdida, y el dolor que éstas nos provocan. O sea, justo lo contrario de las sensaciones de abundancia vital, acumulación y placer asociadas a la fase Tauro. Entonces, ¿cómo se integra Escorpio desde Tauro? Pues, difícilmente y dolorosamente, sobre todo mientras no entendamos qué es esa muerte, qué es esa pérdida escorpiana. Eldesafío aquí es modificar la percepción que tenemos de la muerte para ir entendiendo que la muerte es transformación. O sea, ir aceptando que el movimiento natural de la vida es evolutivo; que no es ir hacia lo agradable y quedarse ahí para siempre; no es una repetición de lo que nos gusta, de lo bueno, sino que es una transformación constante, y por tanto una pérdida constante. Este movimiento propio de la vida supone que ciertas cosas acaben, mueran, que perdamos ciertas cosas para dejar sitio a nuevas, a nuevos aspectos de nosotros mismos, a nuevos aspectos de las relaciones, a nuevas experiencias.

O sea, que el aprendizaje taurino es aceptar, reconocer, integrar Escorpio en el sentido de aceptar perder, reconociendo que esta pérdida en realidad no es una pérdida, sino una transformación. Mientras no aceptemos este proceso, nos aferramos a lo que tenemos, a lo que nos gusta, a lo que nos da seguridad, a lo que nos da bienestar, y nos aferramos tanto, de una manera tan compulsiva, que en verdad no lo estamos disfrutando de verdad. Incluso podemos llegar a destruirlo, a matarlo, por el miedo que tenemos a perderlo. O sea que, cuando negamos Escorpio, Escorpio se hace presente, de una manera u otra.

Símbolo

El toro era símbolo de fuerza y fertilidad en las culturas mediterráneas y mesopotámicas antiguas. De ahí que los babilónicos, creadores del Zodiaco, lo escogieran para simbolizar esta segunda fase en la cual la energía de inicio de Aries toma cuerpo; la corpulencia y la potencia de este animal ilustran la manifestación física, la materialización de la energía, que hacen que lo que es potencial (Aries) se vuelva real y tangible (Tauro).

Datos técnicos

Para observar en una carta natal la fuerza relativa de la energía taurina y de Venus, tendremos en cuenta los siguientes elementos: Sol, Luna o Ascendente en Tauro; Sol o Luna en casa II; Venus en casa I, casa X o casa XII; varios planetas en Tauro; aspecto de conjunción, oposición o cuadratura entre el Sol o la Luna y Venus.

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Qué simbolizan energéticamente y psicológicamente:

Aries es la fase de inicio del ciclo zodiacal. Como tal simboliza el inicio de cualquier proceso y el nacimiento.

En la época Aries del año solar, podemos ver esta energía en el verdor y la ternura del follaje que emerge de una corteza endurecida, vieja, seca. Éste es el simbolismo de Aries: lo nuevo emerge de lo viejo.

Esto implica que hace falta mucha potencia, mucha fuerza para nacer, para extraer lo nuevo de la ganga de lo antiguo. Eso lo podemos observar en la fuerza de la savia que hace brotar el follaje primaveral, tan tierno, de una corteza dura y seca. Lo podemos observar también en la fuerza del germen de una semilla enterrada que puja hacia el calor y la luz del suelo haciéndose camino en la tierra. Así como lo podemos observar en el nacimiento de un bebé mamífero, especialmente de un bebé humano, que durante horas puja para extraerse del útero.

Así, nacer, iniciar, requiere mucha fuerza, un gran gasto energético, mucha potencia y mucha definición para dirigir la energía en una clara dirección, y así abrirse camino nuevo en lo ya existente. Pensemos que el nacimiento de un ser representa la conquista de un espacio vital en un contexto que antes no contaba con él: éste es el movimiento ariano fundamental: conquistar espacio vital.

Podemos observar en el follaje tierno de primavera, que lo tierno, a pesar de ser frágil porque es nuevo, a la vez tiene más potencia que en cualquier momento posterior de su desarrollo. Porque en un bebé, en una plántula, los procesos biológicos son muy rápidos; la reproducción celular se hace a altísima velocidad, lo cual significa que la vitalidad está en su máximo en ese momento.

Lo nuevo es potente porque es potencial, porque aún la energía no se ha gastado en formas. Lo cual también implica que en esta fase del proceso todo está en potencia, aún no hay ninguna forma definida, nada seguro, nada claro; es un momento potente pero ciego.

El inicio nace del final como Aries nace de Piscis. Lo nuevo no nace de la nada, ni nace aleatoriamente, sino que lo nuevo por vivir que simboliza Aries es el fruto de lo vivido anteriormente; todo lo nuevo es a la vez una continuación de lo anterior.

De esto, por ejemplo, somos cada vez más conscientes como individuos en relación a nuestras herencias. Es decir que somos cada vez más conscientes de ser partes de un sistema familiar y de que además de heredar genes, heredamos también patrones inconscientes.

Ahora, si aplicamos este patrón a la secuencia de experiencias de una vida, podemos ver que todas las experiencias que vivimos están encadenadas las unas con las otras, lo cual es justamente el sentido del concepto oriental de «karma». Así lo que nos dice Zodiaco, como símbolo circular, que termina primero en Piscis antes de volver a empezar en Aries, es que el grado de potencia, el grado de novedad y de libertad que encierra un nuevo comienzo, sea éste más pequeño o más grande, va a depender de cuán digerido, de cuán acabado esté el ciclo anterior.

Piscis es aquella última fase del ciclo en la cual toca destilar la experiencia. Es una fase de retiro, de digestión, que prepara el nuevo comienzo, para que éste sea más potente, más libre, más creativo, más nuevo; que arrastre el mínimo de cosas no resueltas, no entendidas y que necesitarían ser vividas otra vez, a través de otras formas.

La tradición cristiana, que está basada en las tradiciones paganas mucho más antiguas, celebra el renacimiento ariano del año solar a través del símbolo de la resurrección de Cristo que se celebra en Pascua. Y justamente Pascua, en la tradición cristiana, es precedida por la cuaresma; 40 días de ayuno y abstinencia, tradicionalmente. Lo cual corresponde justamente con aquella fase pisciana de preparación del nuevo comienzo mediante una purificación, una limpieza. Y hoy en día, en nuestra cultura post-religiosa, seguimos sintiendo esta necesidad de desintoxicación antes del reinicio primaveral a través de dietas depurativas.

Camino evolutivo

Aries es un signo de Fuego y Cardinal, esto es, la combinación más yang del Zodiaco. Como acabo de explicar, hace falta mucho ímpetu, mucha potencia, mucha definición, para nacer, para iniciar, para extraerse de la indiferenciación, simbolizada por Piscis.

A nivel psicológico, Marte es la función psíquica de agresividad, de defensa del propio espacio vital y de autoafirmación; la que nos permite conquistar, ocupar y defender nuestro espacio vital; la que nos impulsa a conquistar y crear nuevos espacios de experiencia, tanto interna como externamente; nuevos espacios de expresión para nosotr@s. Lo cual requiere un atrevimiento, una valentía, el asumir un desequilibrio interno y externo, pues estamos rompiendo un status quo proponiendo y exponiéndonos a lo desconocido. Aries es crear lo nuevo, y lo nuevo aún no ha tomado forma, así que estoy dirigiéndome con toda potencia hacia un lugar que desconozco. No puedo saber desde el inicio cómo será la experiencia. Y este desconocimiento, esta ceguera del inicio que simboliza Aries, es justamente lo que lo hace muy valiente.

Cuando hablamos de la energía Aries, hablamos de nuestra parte más animal, más salvaje, más instintiva. En el Zodiaco, Aries hace cuadratura al eje Cáncer-Capricornio, desafiando e interfiriendo en lo conocido, lo que nos da seguridad, la estructura social que nos protege y nos limita.

Por tanto, el desafío de integración que plantea la faceta Aries en nuestra estructura energética será: ¿cómo domesticar este animal interno sin caparlo? Pues por muy potente que sea esta energía primordial, no actúa nunca sola, sino que interactúa con el resto de la energía. De hecho, es toda la cruz cardinal, a la cual pertenece el signo de Aries, la que contiene el impulso ariano y contribuye a domesticar su energía salvaje; Cáncer son la sensibilidad emocional propia y ajena; Libra con las relaciones interpersonales y la convivencia con otros; Capricornio con las reglas sociales y las jerarquías.

La dificultad aquí es madurar la expresión del deseo, no reprimirla. Cuando la reprimimos, deviene en reacción agresiva, en rabia y en desvitalización. En este aprendizaje, la gran aliada de nuestra parte ariana/marciana es evidentemente nuestra parte libriana/venusina. La danza entre nuestro masculino y nuestro femenino puede resultar en un aprendizaje complejo para much@s de nosotr@s.

Símbolo

El animal elegido por los astrólogos babilónicos para simbolizar esta fase del ciclo solar es el carnero: un macho (energía yang) con unos cuernos imponentes en la cabeza (la cabeza simboliza el inicio; salimos del útero de la madre y al mundo por la cabeza); unos cuernos de forma espiralada que a su vez simbolizan que todo inicio emerge de un ciclo anterior, y toda fase de una fase anterior.

Además, como todos los animales de cuernos, el carnero defiende su territorio y manifiesta su potencia, su fuerza, luchando a cabezazos. Este movimiento arquetípico en muchos animales es análogo al que nosotr@s hacemos con nuestro lenguaje verbal y no verbal para autoafirmarnos en nuestra vida relacional.

Datos técnicos

Para observar en una carta natal la fuerza relativa de la energía ariana y de Marte, tendremos en cuenta los siguientes elementos: Sol, Luna o Ascendente en Aries; Sol o Luna en casa I; Marte en casa I, casa X o casa XII; varios planetas en Aries; aspecto de conjunción, oposición o cuadratura entre el Sol o la Luna y Marte.

Serie de artículos sobre los signos del Zodiaco enfocándolos como  facetas del psiquismo humano y caminos evolutivos que todos recorremos.

Qué simbolizan energéticamente y psicológicamente:

Ya hemos llegado a Piscis, la última fase del recorrido zodiacal, la última fase del viaje de la conciencia que simboliza el ciclo zodiacal. Piscis es la gota que vuelve al océano.

Con la metáfora del ciclo del agua podemos entender el viaje de la conciencia individual, que sale de la indiferenciación, simbolizada por la gota disuelta en el océano, que pasa por toda una serie de vivencias y transformaciones, siendo el agua ahora vapor, ahora hielo, ahora lluvia, ahora agua subterránea, ahora río, ahora lago, hasta que vuelve al mar, vuelve a unirse al todo del cual emergió, ojalá en un estado de unión, quizás todavía en un estado de indiferenciación.

Piscis es un signo mutable. Los signos mutables son aquellos que terminan las estaciones y preparan el inicio de la estación siguiente. Los signos mutables son el final de un recorrido, el final de una experiencia y simbolizan momentos de comprensión. Justamente porque ¿en qué momento comprendemos lo que vivimos, por dónde hemos pasado? Al final, cuando acaba.

Piscis es el signo mutable por excelencia, ya que es el último de todos los signos. ¿Qué pasa en Piscis? Se da una preparación para el nuevo comienzo que tendrá lugar en Aries. ¿Qué se necesita para que el nuevo comienzo sea libre del máximo peso del pasado, para que sea el más creativo, nuevo y potente posible? Pues que en Piscis se puedan disolver un máximo de contenidos acumulados en la conciencia, en el psiquismo; contenidos intelectuales de creencias, contenidos emocionales de emociones, miedos y reacciones automáticas, recuerdos.

De hecho, el adjetivo mutable evoca la transformación, evoca la muda de la serpiente, siendo justamente la serpiente un animal que muchas culturas tradicionales utilizaron como símbolo de la ciclicidad, para simbolizar aquella ciclicidad que observaban en la naturaleza.

Lo que pasa al final del Zodiaco es que, a través de las fases de Acuario y Piscis, se da una preparación del ciclo siguiente con, en Acuario, un cambio, una renovación de las ideas y en Piscis, una disolución de los hábitos inconscientes, de los apegos inconscientes. En Acuario en realidad lo nuevo no se da aún (es en Aries, en el ciclo siguiente, que se dará lo nuevo) pero ya intuyo, siento, lo nuevo, deseo lo nuevo, lo anhelo. Antes de llegar efectivamente a esa novedad que se dará en Aries, tengo que pasar por aquella fase de disolución que es Piscis; una etapa a veces no fácil de llevar, porque un poco deprimente, para limpiar el pasado, soltar la mochila, como si hubiéramos subido a la cima en Capricornio con una mochila llena de cosas que nos parecían muy útiles y necesarias, pero que en la bajada tenemos que abandonar para entregarnos realmente a lo nuevo.

Piscis es un signo de Agua. El Agua simboliza el inconsciente, es decir, aquellos procesos invisibles que se dan constantemente en el psiquismo en relación a nuestras experiencias; experimentamos y luego integramos a nivel inconsciente nuestras experiencias. ¿Qué sentido tiene que el Agua venga al final de la secuencia de los elementos? Si entendemos las experiencias como tantas ocasiones de aprendizaje, de maduración, de integración, tiene sentido que primero venga la acción del Fuego, el experimentar, el lanzarse, luego venga la realidad de la Tierra, la experimentación concreta, el aterrizaje, luego venga la elaboración mental del Aire, ya más compleja, y finalmente venga el sentir del Agua, que nos permite integrar lo vivido.

Eso también nos dice que las transformaciones que vivimos, que necesitamos vivir, y a veces anhelamos con impaciencia, porque tardan, no pueden darse sólo por el hacer del Fuego o de la Tierra, o sólo por el entender del Aire; para que las transformaciones psíquicas se den, tienen que culminar por el sentir. Todo tiene su tiempo y tenemos que sentir las cosas para poder realmente transformarnos.

Camino evolutivo

El Agua también simboliza nuestra capacidad y nuestra necesidad de sentirnos unidos a otros seres humanos, que es lo que llamamos comúnmente «Amor«, aunque detrás de esta palabra haya muchas realidades, muchos niveles, porque depende del nivel de conciencia con el cual vivamos lo vivamos. Pero básicamente, y dejando de lado nuestras idealizaciones en relación al amor, lo que pasa entre nosotros son procesos inconscientes de identificación, de proyección, de transferencia, es decir, todos procesos neptunianos, en términos astrológicos. Éstos son, en cierto nivel, procesos de indiferenciación, donde nos confundimos los unos con los otros, y donde, también, en una cierta comunión inconsciente nos entre-ayudamos a integrar los contenidos inconscientes que necesitamos integrar; es decir, yo al proyectar sobre ti contenidos, te utilizo para integrar lo que necesito integrar y tú haces lo mismo conmigo.

Así funcionan las relaciones y estos procesos sean los procesos humanos a través de los cuales crecemos, son inevitables, no se trata de criticarlos o de ridiculizarlos en absoluto. Sin embargo, es bueno darse cuenta de que representan un cierto nivel de indiferenciación; un poco el estado que reconocemos cuando vemos a alguien enamorado. Es muy bonito sentirse enamorado, pero en general nos sale una sonrisa cuando vemos a alguien enamorado porque lo vemos encegado, vemos que siente algo que realmente no existe, hay un cierto grado de ilusión en el enamoramiento, y quien no está enamorado lo ve claramente, aunque quien lo esté no lo vea porque lo siente intensamente.

Lo interesante y lo profundo de lo pisciano y de lo neptuniano tiene que ver con esta idea de indiferenciación. La función de Neptuno es disolver, como el agua que es un disolvente. Piscis-Neptuno es un factor acuoso que disuelve las fronteras, que es lo que nos hace porosos, lo que nos hace resonantes y que hace posibles estos fenómenos de identificación, de proyección, de transferencia. El enamoramiento, el hecho de conmoverse, de identificarse, esta porosidad, esta resonancia, son, evidentemente, una fuente de gran gozo y felicidad para todos nosotros, pero también una fuente de confusión. De hecho las Sirenas, que con su canto desvían a los marineros y los confunden, son seres mitológicos ligados a Neptuno, al océano.

Piscis es el último signo y este aprendizaje es un aprendizaje muy complejo, que sería, resumidamente, el de no confundir indiferenciación con unión. Como explicaba al principio y retomando esta metáfora del ciclo del agua, partimos de un nivel de indiferenciación muy alto, por ejemplo lo podemos observar en los niños que se identifican totalmente con su medio, con sus circunstancias. Luego, a lo largo de nuestra vida, vivimos experiencias y transformaciones que ojalá nos permitan desarrollar un cierto grado de discriminación.

De hecho la discriminación es una característica virginiana, es decir, propia del signo opuesto y complementario a Piscis. Así funciona el Zodiaco: por polaridad y complementariedad. Es decir que para poder vivir Piscis en un estado más elevado de conciencia, en un nivel más elevado de su espiral evolutiva, necesito desarrollar Virgo. Virgo es necesario para Piscis, como Piscis es necesario para Virgo.

Entonces, después de haberse experimentado, de haberse diferenciado, la consciencia puede volver al Todo, puede experimentar una unión. Éste es un nivel de conciencia al cual creo que sólo se puede llegar con la madurez, que es la conciencia de que como individuos, como conciencias individuales, sólo somos los agentes, pequeños y efímeros, de una conciencia mayor, la consciencia colectiva humana. Aunque que cuando vivimos nuestras experiencias individuales, las sentimos realmente como propias, como individuales, como únicas e intransferibles, a medida que vamos pasando niveles de conciencia y de madurez, vamos sintiendo y viendo con cada vez más claridad que lo que vivimos como seres humanos no es ni único ni intransferible,sino que realmente estamos todos viviendo lo mismo, desde puntos de vista ligeramente diferentes, y estamos todos contribuyendo a la misma conciencia global.

Así que la función de Piscis es sentirse parte del Todo, entenderse como parte del Todo, pero desde una conciencia capaz de discriminación y diferenciación; no desde aquella indiferenciación donde me refugio en un Todo en el cual floto, que puede ser cualquier tipo de ilusión, fantasía, de ensoñación; he mencionado el enamoramiento, pero hay otras formas que de alguna manera me ahorran el sufrimiento y el desgarro de sentirme separado.

Símbolo

Los peces pertenecen al medio del cual toda la Vida proviene; el océano, cuyo dios es Neptuno/Poseidon, simboliza el inconsciente colectivo, es decir el gran depósito de la memoria humana, los contenidos psíquicos que nos constituyen y en cuyas corrientes flotamos.

Los dos peces unidos simbolizan el movimiento circular de la vida y de la consciencia, que vuelve a pasar por experiencias y emociones que aún no han sido entendidas e integradas.

Datos técnicos

Para observar en una carta natal la fuerza relativa de la energía pisciana y de Neptuno, tendremos en cuenta los siguientes elementos: Sol, Luna o Ascendente en Piscis; Sol o Luna en casa XII; Neptuno en casa I, casa X o casa XII; varios planetas en Piscis; aspecto de conjunción, oposición o cuadratura entre el Sol o la Luna y Neptuno.

Serie de artículos sobre los signos del Zodiaco enfocándolos como  facetas del psiquismo humano y caminos evolutivos que todos recorremos.

Qué simbolizan energéticamente y psicológicamente:

Lo primero que nos puede sorprender en relación a Acuario es que su nombre y su símbolo estén vinculados al Agua cuando se trata de un signo de Aire. Sí, el elemento de Acuario es el Aire, es decir, el ámbito del pensamiento, de las relaciones sociales, y no el ámbito del Agua, es decir, el ámbito de las emociones. De hecho, Acuario es un signo muy poco emocional. Sin embargo, su nombre y su símbolo están relacionados con el Agua porque acuario representa, como fase del Zodíaco, la renovación.

El agua es justamente un elemento que nos hace visible el hecho de que todo se renueva constantemente. El agua, con su ciclo, con la transformación evidente que vemos a través de la lluvia, del mar, de la evaporación, de las aguas del subsuelo, pero también la evaporación de nuestros cuerpos, de las plantas que chupan el agua de la Tierra, etc., nos es más evidente para hacer esta metáfora del hecho de que todo está en constante renovación. No sólo el agua, sino todas las células de los seres vivos están en constante renovación; todo cambia constantemente: esto dice Acuario.

En relación al agua, de hecho, una cosa que a mí me fascina es pensar que toda el agua existente hoy en día en la Tierra es la misma agua que ha existido desde siempre en el planeta, que, según ciertas teorías científicas, habría llegado con meteoritos, micro gotas tras micro gotas, a través de una lluvia que duró millones de años; millones y millones de meteoritos caídos del cielo; justamente «Urano» significa cielo en griego. Y nosotros, seres humanos actuales, somos hechos de un gran porcentaje de agua, ya lo sabemos. Y este agua de la cual estamos hechos es la misma agua. A través de nosotros pasa la misma agua que pasó por generaciones anteriores, por plantas, por animales.

Entonces, realmente, la esencia de Acuario es entender que detrás de las formas, en las cuales nosotros nos fijamos enormemente porque les asociamos una identidad, realmente lo que está vivo en una forma es energía y es algo que se renueva constantemente y que no tiene identidad, que está en constante movimiento. Para entender mejor las implicaciones psicológicas de esta percepción acuariana es conveniente considerar Acuario en relación a Leo, su signo opuesto; el eje Leo-Acuario es el eje de la identidad, justamente.

A nivel psicológico, el patrón de Leo es un patrón centralizador. De hecho, el Sol, como centro del sistema solar, es el patrón násico de la fase Leo del Zodíaco. Asimismo, nosotros, psicológicamente, como individuos, sentimos profundamente que somos el centro de nuestra existencia y la sensación de identidad, de saber y sentir quiénes somos, sirve de pilar central al edificio psíquico que somos. Como contra-peso a esta sensación de centro y fijeza de la identidad está Acuario, que nos trae la sensación de renovación y cambio de nuestra identidad que podemos experimentar a través de las relaciones con otros. Acuario es un signo de Aire que nos lleva a experimentarnos a través de los otros, experimentando una nueva parte de mí, una nueva faceta de mí, un nuevo territorio de mí en cada relación. Si me abro a la experiencia acuariana, el otro me lleva a experimentarme en lo desconocido de mí-mism@.

Camino evolutivo:

El aprendizaje acuariano nos toca a tod@s hacerlo y es complejo. Ahora, para quienes tienen mucho Acuario en su carta natal o tienen a su regente Urano realzado en su carta natal, un aprendizaje central para estas personas tendrá que ver con la identidad, el saber quién soy, en relación a lo que los demás me hacen sentir que soy, y con el tema de la importancia del «yo».

La complejidad acuariana viene de que vivimos esta temática desde una consciencia leonina, porque la fase Leo es mucho más accesible para nuestra consciencia. Esto se plasma en la importancia que nos damos tod@s individualmente, y en nuestra tendencia a idealizar, a ensalzar, las cualidades individuales. El miedo a no ser reconocido y a no valer nos lleva a querer inmovilizar esta idea idealizada de nosotros mismos o de los demás, cuando en realidad nos estamos renovando constantemente, y todas aquellas valoraciones son efímeras.

Si soy muy acuarian@, tengo esta sensibilidad a la renovación que hace que a mí me guste lo diferente; es bien sabido que la gente de Acuario es original o incluso excéntrica, es renovadora, progresista, le gusta lo nuevo, etc. ¿Por qué? Porque es lo diferente, es lo opuesto a lo idéntico, a la identidad de Leo, a lo que se espera en los demás, a lo ya reconocido por los demás; buscan algo nuevo, que sorprenda, que rompa con lo conocido. Ahora, una cosa es entregarse a que yo en ningún momento vaya a acabar de saber bien bien quién soy ni quién eres y entregarme a este viaje de descubrimiento, y otra muy diferente es seguir en la lógica leonina de darle mucha importancia al ego, a la imagen, a la admiración, pero de una manera acuariana; es decir, en lugar de gustar de una manera esperable, intentar gustar o no gustar de una manera no esperada, más sorprendente; ahí estaré jugando al mismo juego.

Acuario viene después de Capricornio. La trampa de la fase Capricornio para todos nosotros es la repetición de modelos, y justamente Acuario rompe claramente con esta inercia de la tradición, esta inercia del no querer fallar y de seguir modelos, ese temer ser excluido de la sociedad y aquel intento de estar siempre en lo correcto en relación a lo que los demás esperan de mí. Por eso la gente que tiene mucha energía acuariana tiende a ser contestataria, revolucionaria, rebelde; se trata de un necesario efecto de péndulo en relación al conservadurismo capricorniano; un movimiento de liberación.

De hecho Acuario y Urano, su planeta regente, están asociados a la libertad y la creatividad. Ahí también habrá otro aprendizaje; valoramos mucho la libertad y la creatividad, pero en el fondo nos asustan enormemente cuando las vivimos; entregarse verdaderamente a la libertad y a la creatividad es un desafío para tod@s nosotr@s, y es una necesidad para tod@s nosotr@s; es nuestra parte uraniana, la función transpersonal de Urano en nosotr@s.

Así, de manera similar a la complejidad del eje Leo-Acuario donde no es tan fácil ser verdaderamente diferente, aquí pasa algo parecido entre Capricornio y Acuario. En efecto, puedo ser súper contestatario, revolucionario, metido en política, en ideologías súper novedosas y vanguardistas y que contestan la tradición, pero de la manera igual de rígida e igual de normativa que el más capricorniano, imponiendo normas, juzgando a otros, clasificando a otros, o sea siguiendo el mismo patrón capricorniano rígido y temeroso de equivocarse. Ésta es otra trampa acuariana: el falso revolucionario, es decir, el que va vestido de revolucionario pero que en realidad es igual de rígido que las personas a quienes critica. Y es que lo mismo que no es fácil salir del narcisismo leonino para nadie, tampoco es fácil salir de la rigidez capricorniana para nadie. Por eso el signo de Acuario es un signo muy difícil para cualquiera de nosotros y para los que les toca experimentarlo más que otros porque tienen mucho Acuario en su carta, es un gran desafío. Los signos del final del Zodíaco son más complejos que los del principio y son más desafiantes para la conciencia humana y el aprendizaje que proponen es más costoso.

Símbolo:

Las olas que simbolizan el signo ya pueden ser entendidas como agua o como ondas energéticas; en ambos casos, simbolizan el carácter fluido y cambiante de la Vida, que encarna en formas (la forma es simbolizada por la vasija del agüero). El psiquismo humano se identifica y apega a las formas, perdiendo de vista que éstas están en constante evolución y cambio.

Datos técnicos:

Para observar en una carta natal la fuerza relativa de la energía acuariana y de Urano, tendremos en cuenta los siguientes elementos:Sol, Luna o Ascendente en Acuario; Sol o Luna en casa XI; Urano en casa I, casa X o casa XII; varios planetas en Acuario; aspecto de conjunción, oposición o cuadratura entre el Sol o la Luna y Urano.

Serie de artículos sobre los signos del Zodiaco enfocándolos como  facetas del psiquismo humano y caminos evolutivos que todos recorremos.

Qué simbolizan energéticamente y psicológicamente:

Capricornio es un signo de Tierra. La Tierra es lo que nos sirve para aterrizar las cosas; por eso mismo, la Tierra viene después del Fuego en la secuencia zodiacal. En efecto, el Fuego son los deseos, los proyectos, los impulsos, y la Tierra es lo que permite concretizarlos, porque gracias a la Tierra tocamos lo que hay, lo que está disponible; vemos cómo lo vamos a hacer, con qué lo vamos a hacer, y para qué lo vamos a hacer. Es decir que la Tierra aporta aquel enfoque de utilidad.

Observando la evolución dentro de los signos de Tierra, ya que se da una complejización en la secuencia zodiacal, el primer signo de Tierra, Tauro, nos conecta con lo que es útil para nuestra supervivencia, para nuestra comodidad; es decir la satisfacción de nuestras necesidades básicas. Virgo, el segundo signo de Tierra, ya tiene un enfoque más social, no tan individual, en el cual el enfoque utilitario se aplica al individuo dentro del sistema en el cual está integrado; es decir que gracias a nuestra parte virginiana nos damos cuenta que todo funciona de forma sistémica y que en cada sistema todo individuo, cada parte del sistema, cumple una función y es útil al sistema. Lo cual nos hace conscientes de que en toda situación tenemos que tener en cuenta el contexto, es decir, el sistema al cual pertenecemos; ya sea el sistema familiar, el sistema laboral o el sistema social. Está en nuestro interés que el sistema funcione, por lo tanto está en nuestro interés cumplir con nuestra función, que es lo que hacemos por ejemplo cuando trabajamos, cuando ofrecemos nuestros servicios a los demás. Finalmente, Capricornio lleva esta noción de utilidad a un nivel más colectivo, pues los signos del Zodiaco, a medida que avanzamos en la secuencia zodiacal, van de unas consideraciones más individuales hacia unas consideraciones cada vez más colectivas; por lo tanto, Capricornio es un signo de Tierra con un enfoque colectivo. Así, aquí capto que en cada situación de la vida me toca un rol, y a este rol viene asociada una responsabilidad, un hacerse cargo de parte de la realidad.

Desde la mirada capricorniana, el individuo tiene un rol dentro de un colectivo. Esta mirada se parece a la virginiana; como individuos pertenecemos a varias capas colectivas y, en cada una de estas capas y en cada situación, tenemos un rol, al cual va asociada una responsabilidad; no solamente una utilidad, sino una responsabilidad. Es decir que todos nuestros actos, pero también nuestros pensamientos, nuestras opiniones y nuestros sentimientos tienen un impacto en el colectivo. En este sentido tenemos todos una responsabilidad en relación a lo que somos, a cómo actuamos, a cómo pensamos, etc. Porque todos formamos parte de lo que llamamos “la sociedad”. Aunque sea muy común hablar de la sociedad como si fuera un ente independiente, que, además, nos impone sus reglas y sus valores, en realidad, la sociedad la formamos nosotros; no existe sociedad más allá de nosotros; la sociedad somos todos nosotros juntos, con nuestros valores, con nuestros actos y de esto somos responsables todos.

En esta noción de responsabilidad tenemos la esencia de Capricornio, la cual está evidentemente ligada a un tema temporal, a un tema de edad, pues la responsabilidad es proporcional a la madurez, la cual también es un concepto clave de este signo, y la cual generalmente va ligada a la edad, o sea a la noción del tiempo vivido y de la experiencia adquirida -aunque no siempre.

De hecho, el regente de Capricornio, Saturno, el cual se llama Cronos en griego, nos indica que este signo tiene que ver con los tiempos largos, el largo recorrido, la experiencia, la madurez, la vejez.

Esta noción de responsabilidad es el gran desafío y el gran trabajo capricorniano para todos los individuos; es decir, que podamos percibir la necesidad de hacernos cargo de lo que nos toca hacernos cargo, en cada situación, en cada relación, en cada momento, sin echar la pelota afuera, sin culpar afuera.

Camino evolutivo:

Ahora veamos cómo, en el camino hacia la madurez y la responsabilidad, esto es, en nuestro camino capricorniano, podemos extraviarnos. En efecto, solemos confundir madurez y responsabilidad, con obediencia y repetición de modelos.

 El símbolo de Capricornio es una cabra montesa, o sea una cabra salvaje, que vive en las cimas de las montañas; esto ya es un símbolo que nos habla de características capricornianas, como la austeridad, la simplicidad, el esfuerzo, la perseverancia, la resistencia, etc. La cima de la montaña es un lugar solitario y hostil, con poca protección, muy expuesto a la intemperie, lo cual demanda una resistencia, una concentración de energía para resistir y mantenerse. También, llegar ahí supone un esfuerzo. Finalmente, es un lugar de independencia, pues la cabra montesa es un animal salvaje, que no responde a ningún pastor.

En cambio, en el eje que Capricornio forma con Cáncer, que es su signo complementario, podemos pensar en Cáncer como la oveja, el borrego, es decir, el animal que necesita vivir de forma gregaria, y que piensa y siente de forma gregaria, pues necesita sentirse pertenecer a un rebaño, esto es, sentirse protegido por una pertenencia y una aceptación; por el amor y la protección de otros seres, especialmente a través de la familia.

Entonces, el eje Cáncer-Capricornio, simbólicamente, se refiere al trayecto que hacemos de la infancia hacia la madurez. En Cáncer somos muy dependientes, en todos los sentidos, pero especialmente emocionalmente, y esta dependencia genera en nosotros un fuerte condicionamiento por parte de nuestro entorno familiar y social. A medida que vamos creciendo, nos vamos acercando a Capricornio, que es aquella energía solitaria, de resistencia y de responsabilidad, es decir, aquel lugar donde ya no respondo tanto a condicionamientos, o al menos he podido deshacerme de algunos, y donde ya no respondo a autoridades externas, porque ya no necesito protección, no necesito tanta pertenencia, y por lo tanto, puedo ir más a mi aire y regirme por mis propios valores.

Pero ese lugar de madurez es también, evidentemente, un lugar de responsabilidad, de hacerse cargo, no solamente de las responsabilidades familiares o laborales, sino hacerse cargo de los límites inherentes a la existencia –los límites, la edad, la vejez, la muerte, la complejidad de la existencia humana- sin esperar que otros me solucionen la vida o me tranquilicen o protejan.

Así que éste sería el simbolismo del eje Cáncer-Capricornio: ir de una gran dependencia y una fuerte pertenencia, hacia una mayor autonomía y un menor condicionamiento. Sin embargo, al  ser las energías del final del Zodiaco más complejas que las primeras, las vivimos de manera más distorsionada, es decir que, de alguna manera, incluso, las vivimos al revés de lo que son energéticamente.

En el caso de Capricornio, por ejemplo, todos vivimos esta energía de forma inmadura y distorsionada; esto es, respondiendo y obedeciendo a modelos, sometiéndonos a la presión social del juicio, de si somos buenos o malos, de si hacemos las cosas bien o mal, siguiendo y perpetuando modelos inconscientes en todo. Lo que creemos ser nuestro criterio propio es en gran medida una suma de modelos externos, modelos heredados, modelos sociales, que responden a un cierto momento histórico y a un cierto lugar geográfico, y que constituyen, evidentemente, unos contenidos colectivos muy potentes.

Entonces, esta manera inmadura de vivir la energía capricorniana la distorsiona al punto que podemos reconocer el patrón canceriano en esta necesidad de acatar los modelos sociales, pues ¿para qué queremos hacerlo bien? En este nivel, que es un nivel de obediencia, no de responsabilidad, queremos cumplir para seguir perteneciendo, para no sentirnos excluidos de la sociedad humana. Si sois sinceros y sinceras, veréis que en muchos momentos de nuestra vida cotidiana, sobre todo en el trabajo, pero también en la familia y en las amistades, nos preguntamos con cierto nivel de angustia o de preocupación si hemos hecho lo correcto y cómo nos van a juzgar. Así, en lugar de actuar como personas maduras, autónomas y con valores  propios, con autoridad propia, nos sometemos inconscientemente a modelos externos para tener seguridad, es decir, para sentirnos queridos, para no ser mal juzgados y excluidos socialmente.

Pero, cuidado: esta presión social capricorniana a la cual estamos todos sometidos, no es la presión de los demás; es una presión propia, es la presión que ejercemos cada uno/a sobre sí mismo/a, porque proyectamos la autoridad afuera, proyectamos la autoridad en la mirada de los demás e intentamos satisfacer este juicio externo. 

Entonces el segundo aprendizaje de Capricornio sería darnos cuenta que seguimos modelos y  que respondemos a una mirada juiciosa, que en verdad es la nuestra propia que proyectamos en los demás, y que intentamos siempre estar en lo correcto en relación a esta mirada, sin cuestionar sus fundamentos. O sea ¿desde qué criterio estoy juzgando que esto es correcto o no lo es? Pues, porque sigo modelos colectivos.

Acuario, el signo que viene después de Capricornio, nos da justamente la oportunidad de cuestionar radicalmente estos modelos; la función de Acuario es la de renovar toda aquella estructura social tan potente que nos somete a sus modelos, o mejor dicho a la cual nos sometemos nosotros mismos a través de los juicios y de los modelos que seguimos.

Símbolo

Ya he hablado de la cabra montesa que encarna las cualidades de soledad, resistencia e independencia de Capricornio. Pero, el símbolo completo es un ser medio cabra, medio saurio, es decir que lleva cola de reptil, o de pez; esto es, un ser que reúne el animal que vive en las profundidades con el animal que vive en las cimas. Esta unión simboliza un largo recorrido evolutivo; el devenir humano, a nivel individual y sobre todo a nivel colectivo.

Capricornio es el signo más alto del Zodiaco, su cima, y Cáncer el más bajo, sus raíces; juntos forman el eje que vendría a ser la columna vertebral del Zodiaco; un eje vertical que sentimos y vivimos como una ascensión. De ahí que estén asociadas a Capricornio las cualidades de ambición, esfuerzo y concentración

Datos técnicos

Para observar en una carta natal la fuerza relativa de la energía capricorniana  y de Saturno, tendremos en cuenta los siguientes elementos:

Sol, Luna o Ascendente en Capricornio; Sol o Luna en casa X; Saturno en casa I, casa X o casa XII; varios planetas en Capricornio; aspecto de conjunción, oposición o cuadratura entre el Sol o la Luna y Saturno.

Serie de artículos sobre los signos del Zodiaco enfocándolos como facetas del psiquismo humano y caminos evolutivos que todos recorremos.

Qué simbolizan energéticamente y psicológicamente:

Sagitario es el tercer signo de Fuego y se manifiesta en forma de fe, de entusiasmo y de abundancia, entre otras cosas. Veamos pues a qué se deben estas correspondencias, y, para ello, pensemos en los tres signos de Fuego.

Aries, el primer signo de Fuego, es el fuego físico; el fuego instintivo ligado al sol de primavera que calienta el suelo suficientemente como para que la sabia sepa que tiene que subir, haciendo que ésta suba y llene los vegetales, y que éstos broten. De la misma manera, con la excitación sexual nuestros órganos sexuales se hinchan de sangre.

Leo, el segundo signo de Fuego, que se corresponde con el pleno verano, es el momento en que el sol deslumbra y abrasa, simbolizando el fuego del ego; es decir, aquella irradiación de lo que un@ es, con esta confianza, esta fe, en un@ mism@ y estas ganas de expresar quién soy, que puede llegar a veces a ser, o bien deslumbrante, o bien abrasador.

Finalmente, Sagitario, el último signo de Fuego, se corresponde con aquel momento en que aún no estamos en invierno, pero estamos bien entrado el otoño; o sea el momento del año en que el sol brilla pocas horas al día y en que, dentro de nuestras casas, utilizamos el fuego de la chimenea, la calefacción y la luz eléctrica más que en cualquier otro momento del año; es decir que Sagitario simboliza el fuego interior. Efectivamente, el Fuego de Sagitario es el fuego del espíritu, el fuego interior; es decir, la fe, el entusiasmo, el optimismo. De hecho, la palabra «entusiasmo» significa lo “divino que tenemos/sentimos adentro”, pues es aquella conexión con una sensación de coherencia, de expansión, de amplitud, de sentido, que nos hace mirar la vida con optimismo, con confianza, con fe.

Para sentirnos plenos y felices, no sólo necesitamos sentirnos vivos y potentes (Aries); no sólo necesitamos sentir que somos una persona reconocida, apreciada, eventualmente admirada, por otros (Leo), sino necesitamos también sentir que nuestras experiencias van en una dirección coherente, o sea que nuestras experiencias tienen sentido. El Fuego de Sagitario es el fuego de la conciencia, el fuego de la comprensión, o del deseo de comprender. Por eso Sagitario está relacionado con la filosofía, con los estudios y con los viajes; es decir, con todas aquellas experiencias que nos permiten ampliar nuestra conciencia.

El planeta regente de Sagitario, Júpiter, es un planeta enorme; es el planeta más grande del sistema solar. Por eso está asociado con la la sensación de abundancia y de expansión. También, podemos observar que, en el sistema solar, a partir de Júpiter estamos entrando en un tipo de planetas diferente. Es decir, desde Mercurio hasta Marte, incluida la Tierra, tenemos planetas pequeños y rocosos; luego, hay un gran espacio entre Marte y Júpiter, ocupado por asteroides; y entonces, con Júpiter empiezan los grandes planetas, los “planetas gigantes” que son mucho más grandes que los anteriores y son no rocosos, sino gaseosos. ¿Qué significa este cambio de nivel? Este paso también lo vemos en el Zodiaco: a partir de Sagitario en adelante, los cuatro últimos signos tienen que ver con un nivel de consciencia y experiencia colectivo. Cuando en Leo me estoy preguntando quién soy, en Sagitario me pregunto quiénes somos; sigo haciéndome la misma pregunta, pero no a nivel personal, sino a nivel colectivo, como ser humano. Es decir que a partir de Sagitario como signo, y a partir de Júpiter como planeta, estamos entrando en un nivel más amplio de conciencia, en un nivel más colectivo; a escala de la Humanidad, no sólo a escala de mi pequeño yo.

Ahora veamos la lógica de que Sagitario venga después de Escorpio en la secuencia zodiacal. En el post anterior vimos que en Escorpio vivimos el conflicto entre el bien y el mal, es decir entre nuestra parte animal y nuestra parte civilizada, o dicho de otra manera, el conflicto entre nuestra conciencia y nuestras tripas. Justamente, Sagitario está simbolizado por un Centauro; un Centauro es un ser mítico que reúne justamente la parte animal con la parte humana y este Centauro va con un arco y una flecha apuntando hacia arriba. O sea que Sagitario simboliza aquella resolución del conflicto de la consciencia a través de la búsqueda de una trascendencia, o a través de una comprensión.

Camino evolutivo: 

¿Cuál es el aprendizaje sagitariano? Esto es, el aprendizaje que nos toca a tod@s hacer, en cuanto tod@s tenemos una parte sagitariana, pero eso sí, un aprendizaje que supone más desafío para l@s que tengamos mucho Sagitario o mucho Júpiter en nuestra Carta natal.

Básicamente, el aprendizaje es dejar de echar a correr para huir de Escorpio; en lugar de huir, integrar Escorpio para encontrar verdaderamente el sentido que buscamos.

Sagitario está simbolizado por un Centauro, es decir un ser medio caballo, un ser que puede correr, que dispone de aquella potencia y goza de aquella capacidad de vivir la vida al galope; un galope elegante, un galope fluido, un galope potente, que es aquél de cuando siento que la vida es abundante y tiene sentido. Ahí sólo me tengo que dejar llevar, porque la vida me lleva adonde me tiene que llevar. Éstos son los momentos sagitarianos que todos disfrutamos mucho. Sin embargo, hay muchos otros momentos en que ese correr es una huida, es correr intentando escapar de mi sombra, pero mi sombra, evidentemente, no me suelta nunca. Porque es mucho más agradable sentir que todo tiene sentido y todo está bien, que tener que afrontar el hecho que no está todo bien, que queda mucho por resolver en mi vida y en mi psiquismo, que hay muchas capas de mí que tengo que dejar morir aún, que hay muchas ilusiones a las cuales tengo que renunciar, que hay apegos de los cuales me tengo que desapegar.

Todo esto es el dolor escorpiano, y nuestro lado Sagitario huye del dolor de Escorpio, en la fe, en las creencias, en el idealismo y en el escapismo.

Entonces, un resumen del aprendizaje de Sagitario sería no confundir “creencia” con “comprensión”. “Comprender” significa abarcar toda la realidad, con toda su complejidad, no elegir la parte bonita y fácil e intentar ignorar la parte difícil y sombría. “Creer”, en cambio, es apuntarse a alguna película, ya sea una filosofía, una religión, una ideología, una fantasía, que me permite sentir que todo tiene sentido, que todo está bien, y que además estoy del lado de los “buenos”, de los que han elegido la película correcta. También hay que decir que, tarde o temprano, esta burbuja se pincha.

A modo de conclusión, digamos que no puede haber sólo momentos sagitarianos en la vida; tiene que haber momentos escorpianos, pero, por suerte, también hay momentos sagitarianos. Todo es cíclico; nuestras experiencias son cíclicas, nuestras emociones son cíclicas, nuestra conciencia es cíclica y, por lo tanto, para llegar a Sagitario hay que transitar Escorpio. De hecho, cuanto más sinceros, cuanto más honestos, seamos en el período escorpiano que nos toque vivir, cuanto más profundo vayamos adentro de nosotros y cuanto más profundamente soltemos lo que tengamos que soltar, entonces proporcionalmente a esto, más luminoso, más abundante, más abierto y más fluido podrá ser el momento Sagitario que siga,  justamente porque se nutrirá de una comprensión profunda y real, enraizada en una experiencia propia, no en haber escuchado a un maestro o en haber leído un libro o en creerse cualquier cosa, sino una fe, un entusiasmo, un optimismo, basados en lo vivido, en una comprensión propia,  no en un ideal.

Símbolo:

El símbolo de Sagitario es una flecha, la cual nos habla de una energía claramente direccionada, y de la noción de sentido; cuando sentimos que la vida tiene sentido, o que determinada situación tiene sentido; cuando damos un cierto sentido a un acontecimiento o a un momento de nuestra vida, esto marca una dirección en nuestra vida.

Datos técnicos:

Para observar en una carta natal la fuerza relativa de la energía sagitariana y de Júpiter, tendremos en cuenta los siguientes elementos:

Sol, Luna o Ascendente en Sagitario; Sol o Luna en casa IX; Júpiter  en casa I, casa X o casa XII; varios planetas en Sagitario; aspecto de  conjunción, oposición o cuadratura entre el Sol o la Luna y Júpiter.

Serie de artículos sobre los signos del Zodíaco enfocándolos como facetas del psiquismo humano y caminos evolutivos que todos recorremos.

Qué simbolizan energéticamente y psicológicamente:

Escorpio es el segundo signo de Agua, y tiene dos regentes: Marte, su regente tradicional, y Plutón, su regente moderno.

Para entender Escorpio, podemos ponerlo en el contexto de los 3 signos de Agua. Dado que el Zodiaco describe un proceso evolutivo -el viaje de la consciencia humana, que es un viaje cíclico y espiralado- en cada Elemento hay un movimiento evolutivo a través de los 3 signos del mismo; no una evolución de peor a mejor, sino una complejización.

Siendo el Elemento Agua el ámbito del Inconsciente, podemos ver en Cáncer, el 1er signo de Agua, un primer nivel inconsciente, con los hábitos, los automatismos, las marcas (traumas) dejadas por la experiencia (Cáncer simboliza la infancia, el pasado, la memoria) y las estrategias defensivas derivadas de esas marcas (Cáncer es la auto-protección); o sea el nivel personal sobre el cual se trabaja en terapia.

Siguiendo con este descenso por el sótano de nuestra psique, Escorpio sería el 2º nivel donde encontramos las pulsiones, los instintos primarios de supervivencia y de depredación; esto es, el nivel animal del ser humano; un nivel más profundo y más reprimido; y un nivel menos personal, ligado a la especie (Plutón, su regente, es un planeta transpersonal).

Finalmente, Piscis (también regido por un planeta transpersonal, Neptuno) simboliza la parte más profunda de nuestra psique donde encontramos los arquetipos del inconsciente colectivo que ordenan y condicionan nuestra percepción de la realidad.

El regente tradicional de Escorpio, Marte, dios de la guerra, representa la función psíquica de auto-preservación y auto-afirmación, que va asociada a la pulsión sexual y a la agresividad.

El regente moderno, Plutón, dios del infra-mundo, soberano del reino de los muertos, simboliza la potencia transformadora del ciclo vida-muerte; no es una función psíquica personal, sino transpersonal.

El infra-mundo, con el río Styx, simboliza el inconsciente y sus corrientes subterráneas; es decir nuestro nivel emocional profundo. Hades (el nombre griego de Plutón) significa “no forma”; es la energía psíquica inconsciente, llamada libido por Freud, quizás comparable a la materia oscura, que es muy potente y, siendo invisible, lo mueve todo.

La función plutoniana puede compararse con la actividad volcánica; el magma, masa en fusión, o sea amorfa, cuya presencia es uno de los condicionantes de la vida en la Tierra, se manifiesta exteriormente en erupciones volcánicas que podríamos comparar con los escapes pulsionales. Las erupciones volcánicas son destructivas y a la vez fertilizadoras, porque traen a la superficie terrestre elementos químicos escasos desde las profundidades; de hecho, Plutón proviene de la palabra griega plouto, riqueza.

De forma semejante, nuestro psiquismo guarda en sus profundidades elementos reprimidos, que necesitan manifestarse en un momento dado y, cuando lo hacen, necesariamente provocan transformaciones, que muchas veces vivimos como destrucciones, pero son liberaciones.

También podemos ver aquí una metáfora del proceso curativo, con el cual está asociada la energía escorpiana; la enfermedad se puede concebir como un bloqueo, un estancamiento energético, que necesita ser destruido para liberar la energía ahí retenida; lo que se destruye en el proceso curativo es de orden inconsciente y emocional; es una manera de sentir.

Camino evolutivo:

En su investigación de nuestra psique profunda, Freud identificó una pulsión de vida y una pulsión de muerte como su dinamismo básico. En astrología, esta polaridad está simbolizada por el eje Tauro-Escorpio. En el nivel fisiológico y biológico, podemos observar que vida y muerte son mucho más entretejidas de lo que nuestra consciencia logra admitir, pues para seguir vivos, los organismos vivientes necesitan renovar constantemente sus células, esto es morir constantemente; y también necesitan ingerir alimentos, los cuales son organismos vivos destruidos. En el nivel psíquico también, cualquier estancamiento es sinónimo de enfermedad, pues la naturaleza de lo vivo es transformarse siempre; y esto supone dejar morir en nosotros sentimientos, apegos, relaciones, ideales y deseos.

Esto es fácil de describir y conceptualizar, pero es duro de vivir, para toda/os nosotra/os. La muerte y el dolor, así como la manifestación de lo pulsional, nos inspiran terror, porque son destructivos. Y ese terror provoca una reacción defensiva en nosotros: el conflicto y el control. Luchar contra lo y los que amenaza(n) nuestra seguridad y nuestro ego, así como usar estrategias para obtener lo que queremos y evitar lo que no, es nuestro día a día humano. Sin embargo, ahí dejamos mucha energía y añadimos sufrimiento al dolor. Y ahí está el desgarramiento escorpiano: entre saber que no hay otra que soltar y sin embargo resistirse.

Otra forma de este desgarramiento es el conflicto entre nuestros bajos sentimientos y nuestro idealismo. Como decía al principio, nuestro nivel escorpiano es el del animal dentro nuestro, con sus instintos de supervivencia y depredación, y las emociones humanas derivadas de ellos. Sin embargo, el nivel consciente que idealiza el ser humano, reprime ese nivel animal y siente hacia él los 3 sentimientos escorpianos por excelencia: miedo, culpa y vergüenza.

Y estos 3 hábitos emocionales inconscientes que toda/os tenemos se plasman así: nuestro miedo hace que desconfiemos; nuestra culpabilidad hace que culpemos y odiemos; nuestra vergüenza hace que despreciemos.

En conclusión, el aprendizaje escorpiano, que es muy duro, es rendirse, soltar los apegos, abandonar la ilusión de control. Tal y como la vivimos la mayoría de los seres humanos, la energía escorpiana se manifiesta en combatividad, resistencia y dureza. Sin embargo, la esencia de este signo de Agua es la sensibilidad. Pero para deshacer esta coraza y salir del conflicto, hay que aceptar la bajeza, la imperfección, la pérdida y el dolor; hay que aceptar perder.

Símbolo:

El escorpión es un animal arcaico; se han encontrado fósiles de más de 400 millones de años. Al igual que los dos otros animales que simbolizan los signos de Agua (el cangrejo y el pez), es de sangre fría, esto es, una categoría más antigua evolutivamente en el reino animal. Este arcaísmo es el de nuestro subsuelo psíquico, el de nuestro inconsciente, que está constituido por materiales provenientes del pasado; el pasado personal y familiar en el nivel canceriano, y el pasado de la especie en los niveles transpersonales de Escorpio y Piscis.

Al igual que el cangrejo de Cáncer, el escorpión tiene caparazón y pinzas, y se refugia en agujeros y entre rocas. El caparazón y, además aquí, el aguijón, simbolizan una actitud marcadamente defensiva. En cuanto a las pinzas, simbolizan el hábito de engancharse energéticamente a otras personas, entablando relaciones íntimas y simbióticas. Finalmente, la tendencia a esconderse y refugiarse a la cual da lugar la presencia de energía canceriana o escorpiana en una carta natal se debe a la gran sensibilidad y vulnerabilidad que esas energías conllevan.

Datos técnicos:

Para observar en una carta natal la fuerza relativa de la energía escorpiana y de Plutón, tendremos en cuenta los siguientes elementos:

Sol, Luna o Ascendente en Escorpio; Sol o Luna en casa VIII; Plutón en casa I, casa X o casa XII; varios planetas en Escorpio; aspecto de conjunción, oposición o cuadratura entre el Sol o la Luna y Plutón.

Serie de artículos sobre los signos del Zodíaco enfocándolos como facetas del psiquismo humano y caminos evolutivos que todos recorremos.

Qué simbolizan energéticamente y psicológicamente:

Libra es el segundo signo de Aire y es regido por Venus. Es la energía femenina por excelencia. El movimiento energético de Libra es abrirse, abrirse como una flor. Las flores son el órgano reproductor femenino de las plantas; su belleza y su fragancia atraen los polinizadores. De la misma manera, nosotros cuando estamos dispuestos al encuentro con el otro, nos abrimos como flores, sacamos a relucir nuestras partes más atrayentes y esto lo hacemos específicamente con la sonrisa. La sonrisa es un elemento libriano, un elemento venusino, por excelencia. Una cara se transforma por completo cuando sonríe; en primer lugar, manda el mensaje no verbal de que hay paz, de que hay peligro, de que no hay enfado, de que no hay rencor, de que puedo entrar en contacto contigo sin que me vayas a pinchar. Esto sería la sonrisa de cortesía; la sonrisa que hacemos en el día a día para hacer los contactos humanos más fáciles. Luego hay aquella sonrisa más sentida que realmente le dice al interlocutor que estoy con ganas de entrar en contacto con él.

Las palabras clave que podemos asociar a Venus y a Libra son: seducción, atracción, encuentro, erotismo, placer. El encuentro con el otro, la seducción, empiezan con la sonrisa que es un movimiento de apertura de la boca, un movimiento simbólico de que nos estamos abriendo al otro. Pensemos también que la relación sexual empieza por la boca; nos besamos en la boca para abrir el canal de intercambio sexual. Pero ahora me estoy adelantando un poco y esto sería ya el paso de Libra a Escorpio.  

O sea que la sonrisa nos hace mucho más atractivos y favorece los intercambios con otras personas. Y justamente, la función de Libra en el psiquismo humano es la función del encuentro; encontrarse con un otro que me va a complementar porque como individuo solo, ni soy, ni sé lo que soy, ni me puedo desarrollar. Siempre voy a necesitar al otro a lo largo de mi vida; a través de miles y miles de interacción, de miles y miles de encuentros con otros seres, voy a actualizar mi potencial, desarrollar lo que soy, descubrir lo que soy y sobre todo gozar lo que soy.

Libra es un signo de Aire; es por eso que aún no estamos en la fusión emocional que implica el sexo, sino en un nivel de encuentro con el otro más liviano, más distante, tal como una conversación, bailar juntos, comer juntos, pasear, esto es, intercambiar energía sin esa intensidad que luego se dará en Escorpio.

El Aire como elemento simboliza la necesidad humana de socializar, de relacionarse con otros seres y de intercambiar información, ideas, impresiones, puntos de vista. Libra viene después de Virgo, y así, siempre el Aire sucede a la Tierra en el Zodíaco. La sucesión de los Elementos en el Zodíaco tiene, evidentemente, su lógica y su sentido. Para empezar, observemos que el Aire es de polaridad yang y viene después de la Tierra que es de polaridad yin; con la secuencia Fuego (yang) – Tierra (yin) – Aire (yang) – Agua (yin), tenemos una alternancia primaria que es el latido básico del Zodíaco: la oscilación entre polos femenino y masculino, entre interiorización y exteriorización. Al hablar del signo de Leo, vimos que el Fuego nos permite conectar con la potencia, con el deseo, con el impulso, no pudiendo conectar con nada más porque hay que poner toda la energía para conseguir potencia. Después del Fuego viene un movimiento yin de freno; para poder canalizar este impulso y poder concretizarlo, necesito tocar el límite de lo que es posible o no, de lo que hay, de lo que es real. Pero este movimiento de cierre, de limitación, de la Tierra que viene después del Fuego, necesita a su vez un reequilibrio hacia lo yang que se lo va a dar el Aire. Porque la Tierra me hace más realista, sí, pero también me encierra en una visión demasiado estrecha de las cosas. Por eso viene después el Aire, que me permite abrirme hacia otras visiones, otros puntos de vista, los cuales, obviamente, me llegarán a través de otras personas. Por eso el Aire es un movimiento de socialización, de vinculación. Necesito diversificar mis puntos de vista, necesito renovar mi mirada, para entenderme a mí misma y entender el mundo.

Veamos la lógica de la sucesión de los signos desde Leo hasta Libra: en Leo estamos centrados en desarrollar nuestra personalidad, nuestra soberanía personal, y, para poder abrirnos a un encuentro con otro, que es lo que pasa en Libra, cosa que no podríamos lograr desde ese egocentrismo, ese narcisismo, leoninos que tenemos todos y que nos impide interesarnos por el otro, es necesario pasar primero por Virgo; tengo que conectar con una humildad, de que yo no soy el centro del universo, de que soy parte de un contexto, de que soy un elemento más de todo un sistema, para desarrollar la madurez que me va a hacer capaz luego de encontrarme con otros y de interesarme por otros.

Camino evolutivo:

El encuentro con el otro implica un peligro, representa una amenaza, para el ego. Cuando hablamos de flor, de sonrisa, de placer, parece que estemos hablando de algo solamente placentero, pero el encuentro con el otro es complejo y costoso para tod@s nosotr@s.

Esta amenaza la medimos instintivamente en términos de equilibrio; de hecho, Libra está simbolizado por una balanza. Todos tenemos ese instinto de estar midiendo constantemente si hay equilibrio en nuestra relación con los otros; cómo están de equilibrados el dar y el recibir, el hablar y el escuchar, si están en sintonía nuestros ritmos, en cualquier nivel. Por ejemplo, si te gusto yo más a ti de lo que tú me gustas, o al revés, esto crea un desequilibrio en la relación. Y esta sensación de equilibrio o desequilibrio la sentimos en términos de confirmación de nuestro ego, de nuestra auto-imagen, de nuestra dignidad, porque en realidad, algunos más, algunos menos, nos quedamos todos “atascados” en Leo, en ese viaje de la consciencia que simboliza el Zodíaco.

A lo largo de nuestra existencia, es a través de miles y millones de intercambios con otras personas que vamos actualizando quiénes somos, descubriendo, expresando y desarrollando nuestro ser. Pero, estos encuentros, estos intercambios, entrañan un cierto nivel de complejidad y de amenaza para mi ego, pues si hay momentos en los que me siento confirmada/o en mi ego, también hay muchos momentos en los que no me siento confirmada/o como desearía.

Entonces, el miedo libriano presente en tod@s nosotr@s es el miedo a no gustar, el miedo a caer mal, el miedo al conflicto, el miedo al desequilibrio en las relaciones. Evidentemente, este miedo será más fuerte para quienes tengan el signo de Libra muy representado o el planeta Venus muy enfatizado en su carta natal; éste va a ser un tema muy importante para ell@s.

Entonces el trabajo libriano, para tod@s nosotr@s, pero especialmente para las personas librianas o venusinas, es desarrollar esa madurez de poder observarme en las relaciones; observar mis miedos, mis reacciones automáticas y las estrategias inconscientes que pongo en marcha en aquellas múltiples situaciones en las cuales yo percibo un desequilibrio. Cómo reacciono y qué estrategias pongo en marcha para evitar o compensar esos desequilibrios. Porque todos aquellos, miedos, reacciones y estrategias son los que me impiden abrirme al otro. Cuanto más consciente consiga ser en relación a mis estrategias y a las de los demás, más distancia, más perspectiva, voy a lograr tener en las relaciones; y la distancia, la perspectiva, es justamente la cualidad del Aire, diciéndonos que son necesarias para el buen funcionamiento de las relaciones.

Pero, cuidado, no se trata de aquella distancia que es indiferencia, que es no implicarse en las relaciones, pues esto es una reacción defensiva ante la amenaza de lo relacional. Sino es la distancia que me proporciona la atención consciente.

Y entonces voy a poder, quizás, ser más auténtica en mis relaciones, porque todas aquellas estrategias que llevo tantos años poniendo en marcha en mis relaciones -lo cual es totalmente natural- me alejan de lo que realmente siento, de lo que realmente soy, de lo que realmente quiero.

Así que la profunda sabiduría de Libra -y aquí no estoy hablando de la gente que tiene el Sol en Libra, sino de la faceta Libra de nuestro psiquismo- es: necesito al otro, porque no soy sin el otro, no en el sentido canceriano de necesitar sentirme querid@ y pertenecer, sino en el sentido de que necesito un intercambio constante con otros para ser yo como individuo.

Y el desafío y aprendizaje de Libra en tod@s nosotr@s, es poder abrirme al otro sin perder la conexión profunda conmigo mism@, poder ser yo mism@ auténticamente en la relación, abriéndome al otro, interesándome por el otro y dejando que el otro me fecunde, simbólicamente, como el polinizador fecunda la flor.

Símbolo: 

El símbolo de la balanza es relativamente reciente, pues aparece en la era romana. En la astrología mesopotámica no existía el signo de Libra y en la zona de la eclíptica correspondiente, los astrónomos mesopotámicos veían las pinzas del Escorpión, constelación vecina. Al final de la era griega fue cuando se separó lo que sería Libra de lo que ya era Escorpio, dándole entonces el nombre de Zugos, que significa yugo.

Podemos observar que en todos estos casos se trata de un símbolo dual, al igual que Géminis, otro signo de Aire, y esto tiene como sentido profundo que la relación (relacionar es la función del Aire) necesita de 2, como base. Pero mientras en Géminis el acento está puesto en el juego semejanza/diferencia (los gemelos) que se refiere a la actividad mental, al funcionamiento del cerebro, en Libra el acento está puesto en el equilibrio de opuestos complementarios (el yugo o la balanza) que se refiere a las relaciones interpersonales. El yugo es aquel artefacto que obliga a dos seres a ir a una, y es la raíz de la palabra «conyugal». La balanza por su parte simboliza la búsqueda del equilibrio en las relaciones.

El equilibrio simbolizado por la balanza es, en primer lugar, el equilibrio entre día y noche que se da en el equinoccio de otoño, que marca la entrada del Sol en el signo de Libra. Y aquí encontramos el simbolismo profundo de este signo: el movimiento polar de la energía y la naturaleza polar de todas las cosas. Día y noche, vida y muerte, femenino y masculino, dolor y placer, cierre y apertura, tú y yo, y un largo etcétera.

Datos técnicos:

Para observar en una carta natal la fuerza relativa de la energía libriana y de Venus, tendremos en cuenta los siguientes elementos: Sol, Luna o Ascendente en Libra; Sol o Luna en casa VII; Venus en casa I, casa X o casa XII; varios planetas en Libra; aspecto de conjunción, oposición o cuadratura entre el Sol o la Luna y Venus.

Serie de artículos sobre los signos del Zodíaco enfocándolos como facetas del psiquismo humano y caminos evolutivos que todos recorremos.

Qué simbolizan energéticamente y psicológicamente:

Virgo es el signo de Tierra que viene después de Leo, signo de Fuego. Fuego, Tierra, Aire, Agua; la sucesión de los Elementos en el Zodíaco tiene su lógica, por supuesto. Para empezar, este balanceo que alterna Elementos de polaridad yang con Elementos de polaridad yin simboliza el flujo y el reflujo constante de la energía, su oscilación polar; esta circulación energética que simboliza el Zodíaco tiene un latido, como el corazón, de expansión y contracción, de forma que, a un signo de Fuego, que es yang, esto es expansivo, siempre sucede un signo de Tierra, yin, que equilibra el movimiento yang anterior, concentrando, frenando y concretizando ese movimiento. El Fuego es nuestra capacidad de conectar con la potencia, con el deseo, mientras que la Tierra es nuestra capacidad de percibir el límite, de darnos cuenta de los límites existentes, tanto adentro como afuera.

Una palabra clave para Virgo es humildad, y viene después de Leo, cuyo proceso principal, como vimos, es conectar con el propio poder personal, con la propia dignidad.

Los signos del Zodíaco simbolizan procesos evolutivos de la consciencia; hablando de Leo, por ejemplo, hay distintos niveles de conciencia desde los cuales se puede vivir; unos niveles más elevados en los cuales estamos intentando ser quienes somos, buscando la individuación, pero también, evidentemente, niveles de conciencia desde los cuales vivimos el proceso leonino a través del narcisismo, el egocentrismo, la fascinación por las cualidades individuales de unos y otros, la fascinación por el carisma, por la capacidad expresiva. Y éste es el nivel dominante, colectivamente.

Entonces, ese freno de la Tierra después del Fuego aquí se da en relación al ego, en relación a esa importancia que le damos al yo. Virgo, como signo de Tierra, me conecta con un límite, con una percepción más real de lo que soy, y esto va a ser a través de la noción de contexto. Virgo es aquel nivel mío que es consciente, o que puede ser consciente, de que no soy independientemente de un contexto; soy el resultado de generaciones y también soy un individuo dentro de una comunidad; soy parte de un sistema familiar y de una comunidad humana en un momento histórico dado.

O sea que todas aquellas cualidades personales con las cuales, desde un nivel narcisista leonino, podría tender a identificarme y pensar que son realmente mías -que si soy guapo/a, que si canto bien, que si se me da bien esto o lo otro- la consciencia virginiana nos invita a relativizar su importancia y retirar nuestra identificación con estas  cualidades, ofreciéndonos una mirada sistémica desde la cual podríamos verlas, por ejemplo, como una repartición de cartas en un sistema familiar; a mí me han tocado las cartas que me han tocado, y a mi hermana otras, y a mi hermano otras, y a mi madre otras, etc. O sea que, en realidad, nuestras cualidades individuales son funcionales, son la parte del guion que nos ha tocado interpretar en la obra; son las cartas que nos han tocado en el juego. Desde esta mirada no hay tanto mérito personal ni tanta identificación personal con cualidades que al final no son tan personales, sino que son funcionales.

La visión de sistema que nos aporta Virgo deja de dar tanta importancia al individuo en una situación dada y se da cuenta que el contexto es al menos tan importante como el individuo, lo cual es la base de la percepción ecológica del mundo; o sea, es la conciencia de que todo individuo, sea animal, planta o humano, pertenece a un ecosistema y que dentro de éste hay un funcionamiento donde todo es importante y todos somos importantes.

Virgo es regido por el planeta Mercurio, el cual, como función psíquica, simboliza el pensamiento, el intelecto, la mente racional que nos permite elaborar ideas, relacionar conceptos, y comunicarnos verbalmente. Dicho sea de paso, Mercurio rige dos signos, los cuales expresan dos facetas de esta función, dos niveles del funcionamiento de la mente; Géminis, signo de Aire, el aspecto más verbal y comunicativo, y Virgo, signo de Tierra, el aspecto más analítico y ordenador.

Así, el proceso mercurial que se da en Virgo consiste en observar el contexto, justamente, analizarlo para definir la función de cada cosa en un determinado sistema y percibir el orden del mismo. Pues la realidad de la cual formamos parte es ordenada, perfectamente y complejamente ordenada, y Virgo simboliza el anhelo humano de entender ese ordenamiento, desvelar el misterio de lo que es, de lo que somos y de la vida de la cual formamos parte, O sea que Virgo simboliza la mente científica, es decir la mente que se aplica a la realidad tangible; que observa, analiza e intenta entender la realidad descifrando los órdenes subyacentes a lo que percibimos. Ya sea que se aplique a las plantas, al universo, al lenguaje o al cuerpo humano, la ciencia investiga y desvela órdenes ya existentes que superan la mente humana con su complejidad, y por tanto siempre siguen manteniéndose en el orden del misterio.

Camino evolutivo:

Mercurio está asociado al arquetipo del aprendiz, pues su función en nosotr@s es la de aprender, y una cualidad necesaria para aprender, a parte de la agilidad mental y la curiosidad geminianas, es la humildad virginiana. Sólo puedo aprender si reconozco mi ignorancia, si me rindo ante el misterio.

Sin embargo, en nuestra cultura, carecemos de la sensación sistémica virginiana y, en su lugar, enfatizamos la importancia del ser humano por encima del resto de naturaleza, de la misma manera que se pone el énfasis en el individuo, en detrimento de los sistemas de los cuales forma parte. Algo nos hace creer, nos hace sentir, que somos radicalmente diferentes y radicalmente superiores al resto de la naturaleza; justamente, esta superioridad la basamos en la mente. En nuestra civilización en especial, endiosamos la mente, le otorgamos un poder protector, como si poder entender nos pudiera proteger de los aleas de la vida, de lo que no es controlable. A nivel colectivo, confiamos en que la ciencia es la salvadora de la Humanidad, a través de la tecnología y a través, simplemente, del entender la realidad y, por tanto, tener la ilusión de controlarla. Hasta se puede decir, creo, que hay una percepción de la ciencia casi religiosa; sólo hay que ver lo tensos que son los debates de opinión científica, la cual tensión nos indica que la validación científica de alguna opinión o interpretación de la realidad nos tranquiliza, calma en nosotros un miedo profundo. Lo que revela esta tensión en relación a las opiniones científicas, creo, es nuestra ilusión de controlar la realidad con nuestra endiosada mente; pues si fuéramos conscientes de que no sabemos nada, de que el misterio es inconmensurable y de que nuestros esfuerzos por entender siempre se quedarán cortos, entonces no le daríamos tanto valor a una opinión científica que, en breve, será reemplazada por otra nueva, y la consideraríamos como lo que verdaderamente es, una simple hipótesis.

El proceso madurativo virginiano consiste pues en superar el miedo a no entender, en soltar el control mental, en tolerar la incertidumbre y el misterio, desde la humildad de reconocer lo pequeño que somos ante la complejidad del mundo. Esto aplica, obviamente, al conocimiento científico y a las ideologías asociadas, pero también al entendimiento psicológico o moral, es decir a las interpretaciones que damos a lo que nos pasa en el ámbito relacional.

En ambos ámbitos, necesitamos aprender a utilizar nuestra mente de forma más receptiva y más flexible; no tan tensa, no tan dominante, no tan controladora. En lugar de intentar siempre llegar a conclusiones cerradas, de querer llegar rápidamente a una respuesta satisfactoria, lógica y racional (o eso creemos al menos), necesitamos destensar nuestra mente y desarrollar su función contemplativa y meditativa, para que emerjan contenidos inconscientes y los podamos tener en cuenta en una forma de razonar más intuitiva y sensible.

Evidentemente, estoy hablando aquí de la integración del eje energético Virgo-Piscis.

Símbolo:

En primer lugar, podemos observar que Virgo y Géminis, los dos signos regidos por Mercurio, son los únicos signos antropomórficos del Zodíaco, confirmando así simbólicamente que el ser humano se identifica a sí mismo a través del atributo mental e intelectual. (Sagitario y Acuario también son símbolos parcialmente antropomórficos, y en ellos también, la mente y el conocimiento son elementos dominantes)

Sin embargo, antiguamente, en los orígenes mesopotámicos de la astrología, el símbolo asociado a esta fase del Zodíaco era la espiga, como símbolo de fertilidad. Las espigas contienen semillas, y las semillas llevan codificado genéticamente la forma particular que cobrarán al desarrollarse, la cual viene condicionada por un contexto; tanto la historia genética de la especie y la variedad, como las condiciones físicas de crecimiento. Como individuos, somos comparables a semillas que crecen condicionadas por un contexto también.

Datos técnicos:

Para observar en una carta natal la fuerza relativa de la energía virginiana y de Mercurio, tendremos en cuenta los siguientes elementos: Sol, Luna o Ascendente en Virgo; Sol o Luna en casa VI; Mercurio en casa I, casa X o casa XII; varios planetas en Virgo; aspecto de conjunción, oposición o cuadratura entre Luna y Mercurio; y en menor medida, aspecto de conjunción entre el Sol y Mercurio.