Serie de artículos sobre los signos del Zodíaco enfocándolos como facetas del psiquismo humano y caminos evolutivos que todos recorremos.
Qué simbolizan energéticamente y psicológicamente:
Leo es el primer signo de Fuego y el signo regido por el Sol. El fuego simboliza la chispa divina, lo que hace que estemos vivos y nos sintamos vivos; es la vitalidad, la fuerza vital, la energía vital que nos mueve. La cual, psicológicamente, se traduce en confianza, en fe en uno mismo y en la vida. Lo cual a su vez también se traduce en fuerza motriz; es lo que nos mueve, lo que nos da ganas de vivir, de ser, de hacer cosas, de seguir aprendiendo, de seguir explorando.
Hablando del Fuego también podríamos hablar del concepto de conquista; no conquista como una lucha y una victoria sobre alguien o algo, sino conquista en un sentido de ampliación, de expansión. Los 3 signos de Fuego simbolizan una expansión en algún nivel: Aries, que es el primer signo de Fuego, simboliza una conquista de espacio vital (desde el mero hecho de nacer); el tercer signo de Fuego, Sagitario, una ampliación de conciencia, una conquista de espacio de conciencia; y el del medio, que es Leo, una ampliación del espacio personal, una conquista de espacio personal. Es decir, de espacio dentro del cual mi ego, mi sensación de ser, mi personalidad, mi sentido de identidad, mi sentido de valía personal, pueden sentir que tienen un ámbito de influencia; esto es, personas a las cuales gusto, “seguidores”, personas que se fijan en mí, que me escuchan, que me miran, y que me permiten sentir que existo, que tengo una importancia, que tengo una valía.
El regente de Leo, el Sol, es una estrella; esto implica que ocupa un lugar central dentro de un sistema, irradiando luz y calor en ese sistema y actuando como el motor del mismo. El Sol, en constante combustión y explosión, mueve nuestro sistema, tal una inmensa nave, por la Galaxia, a la vez que irradia calor y luz, haciendo posible la vida en la Tierra.
Este patrón energético solar, en el plano humano, en el plano psicológico, es la irradiación de lo que soy, la irradiación de mi personalidad; irradiación que, evidentemente, busca impactar, influenciar, tener un efecto en el exterior y busca una respuesta. De ahí la característica psicológica muy conocida asociada al signo de Leo que es el narcisismo.
El narcisismo, en términos psicoanalíticos, no es patológico en sí; es una de las bases de nuestro sistema psíquico, al igual que el sentimiento de pertenencia que vimos en Cáncer (de hecho, ambos signos se encuentran en la base de la rueda zodiacal). En efecto, necesitamos un mínimo de autoestima, un mínimo de seguridad en cuanto a quienes somos y en cuanto a nuestra valía personal. Y el patrón leonino consiste en irradiar personalidad para provocar aquellas respuestas a través de las cuales me gusto, me siento confirmado/a, me siento valorado/a.
Entonces, el patrón solar, tanto energéticamente como psicológicamente, es de irradiación, y también de diferenciación.
En todo sistema planetario se encuentra una estrella en el medio, haciendo de núcleo y centro de gravedad; pues bien, esta estrella, por naturaleza, es diferente del resto del sistema que son planetas y asteroides. O sea que el Sol es de una naturaleza diferente del resto y está en el centro; esto, en el plano humano y psicológico, se plasma en que todos, como individuos, nos sintamos como pequeños soles; tenemos esta sensación de estar en el centro de nuestra propia existencia y de ser diferentes de los demás, de ser únicos, de ser singulares. Así podemos visualizar que, en un nivel energético, los individuos somos pequeños soles, pequeñas estrellas, que irradiamos una personalidad singular, diferenciada, y tenemos cierto impacto sobre nuestro entorno, lo cual se suele llamar “carisma” o “personalidad”. Claramente, algunos tienen más impacto, son motores más potentes que otros, y esto depende justamente de cuán fuerte es el Sol en la carta natal, y de cuánto Fuego hay en ésta.
Aquí es interesante observar que el Fuego siempre sucede al Agua en el ciclo del Zodíaco; es decir que la lógica evolutiva es que las energías de diferenciación (Fuego) emerjan de las energías de unión (Agua). En este caso, en Cáncer buscamos pertenecer, sentirnos parte de algo, sentirnos unidos a otros por lazos afectivos; en Leo, en cambio, buscamos independizarnos de esos lazos afectivos diferenciándonos, sintiendo y manifestando que somos diferentes y que justamente esta diferencia, esta singularidad, es lo que hace que valgamos.
Para entender el patrón psicológico leonino, una referencia muy clara es la etapa de la adolescencia; es decir, ese descubrimiento de quién soy, ese desarrollo de mi singularidad, esa progresiva independencia en relación a mi lugar de origen, a mi familia, donde estoy dentro de una pertenencia, donde realmente no soy diferente, pues justamente lo que hace que me sienta parte de esa familia es lo que tenemos en común. La singularidad individual, en la adolescencia, cobra una importancia mayor, incluso estridente, podríamos decir; hay una necesidad muy fuerte de conectar con la propia diferencia, de afirmarla y de manifestarla. Evidentemente, el proceso de conexión con la función solar, que se hace tan central e intenso en la adolescencia, es un proceso que se da a lo largo de toda la existencia, y es un proceso psicológico de los más básicos. En todas las etapas de nuestro desarrollo, buscamos quienes somos a través de nuestras experiencias y nuestros vínculos; buscamos maneras de expresarnos en las que nos sintamos auténtico/as y singulares, con las que nos reconozcamos en el feed-back que provocamos.
Camino evolutivo:
Como todas las facetas y funciones de nuestro psiquismo, ésta ha de recorrer un camino evolutivo, una maduración. Aquí el principal desafío madurativo ligado a Leo y al Sol será atreverse a ser uno/a mismo/a, a ser diferente, para que pueda darse una conexión entre individuos singulares y auténticos.
El descubrimiento de la propia singularidad es angustiante, porque ser diferente, ser singular, implica una dosis de soledad, de no pertenencia; de ahí gran parte de la tensión que se vive en la adolescencia, justamente.
Otra vez podemos volver a la adolescencia como paradigma del desafío que representa el desarrollo de la función solar. Ahí podemos observar muy claramente el patrón de enamorarse de su propio ego, enamorarse de su propia singularidad, y atraer personas cuya diferencia es afín a la propia, y ahí encerrarse en una burbuja donde nos adoramos y admiramos mutuamente, pero todo lo que está fuera de esta burbuja, en cambio, no vale nada y no queremos saber nada de ello. O sea que, en el proceso para conectar con nuestra singularidad, hacemos todo lo contrario de buscar la singularidad; pues lo que buscamos es confirmación, identidad y pertenencia. Esto es evidente en los adolescentes que son inexpertos en la manifestación de su solaridad, pero en realidad todos estamos en algún punto de este complejo proceso de diferenciación.
Otra faceta de este trabajo de maduración tiene que ver con el egocentrismo y el narcisismo que esa misma angustia de ser uno/a mismo/a genera a modo de estrategia defensiva. Aquí la pregunta sería: “¿para qué queremos ser singulares y auténtico/as?” ¿Para brillar solo/as en el vacío sideral? ¿O bien para poder conectar con otros individuos diferenciados? Es decir, ser yo mismo/a es lo que me va a permitir conectar profundamente con otros seres que son ellos mismos; cuanto más auténtica en mi singularidad soy, más mi conexión con otro va a ser auténtica y singular. Sin embargo, si vivo mi singularidad, mi diferencia, con un alto grado de narcisismo y un alto grado inconsciente de miedo a no ser validado/a, a no gustar, entonces mi funcionamiento va a consistir en hiper-afirmar mi diferencia, en aislarme dentro de mi diferencia y no interesarme por las otras diferencias, no ser capaz de valorar las otras diferencias.
Aquí he de observar hasta qué punto ser diferente y cultivar mi singularidad me conecta con otros o, al contrario, me separa de los otros.
Símbolo:
El León era un animal venerado y un motivo iconográfico frecuente en las culturas mesopotámicas antiguas. Simboliza la dignidad personal, aquel sentimiento de valía e importancia personal que es parte del zócalo de nuestro psiquismo individual, y está ligado al arquetipo del Rey, cuya función centralizadora, coherentizadora y de liderazgo dentro de una nación es similar a la función solar.
Datos técnicos:
Para observar en una carta natal la fuerza relativa de la energía leonina y del Sol, tendremos en cuenta los siguientes elementos: Sol, Luna o Ascendente en Leo; Sol o Luna en casa V; Sol en casa I, casa X o casa XII; varios planetas en Leo; aspecto de conjunción, oposición o cuadratura entre el Sol y Júpiter o Urano.